Más inversión en salud no garantiza más salud
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 2002 )

Durante las últimas décadas se ha logrado un progreso significativo en las condiciones de salud de nuestro país. De acuerdo a las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, dentro del contexto de los países de Latinoamérica, Chile presenta las mejores condiciones de salud. Así lo demuestran los índices de expectativa de vida al nacer, la mortalidad infantil, la mortalidad del pre-escolar, la mortalidad materna, la mortalidad por trastornos respiratorios y digestivos en los menores de un año, las tasas de enfermedades infecciosas prevenibles y la situación nutritiva de la población menor de seis años.

Estos logros han sido el producto de una política de salud, implementada a través de intervenciones perfectamente diseñadas en las áreas de salud primaria, alimentación infantil, educación y saneamiento ambiental. Es así como se ha logrado controlar la desnutrición, mejorar el nivel educacional de las madres, controlar el embarazo y la atención del parto en hospitales, prevenir las enfermedades infecciosas mediante programas de vacunaciones y sobre todo, mejorar las condiciones sanitarias, mediante la disponibilidad de agua potable y conexiones de alcantarillas en la casi totalidad de las poblaciones urbanas (Situación nutricional en América Latina: producción y demanda de alimentos).

Estos notables logros han ido más allá de la realidad económica del país, alcanzando en la actualidad indicadores bio -médicos semejantes a los de países desarrollados. Sin embargo, esta realidad tangible no es apreciada por las personas, que frecuentemente estiman como insatisfactorios los servicios de salud, especialmente en lo referente al sistema público. Las principales quejas tienen que ver con la demora en las atenciones de salud (listas de espera), ya sea en las consultas especializadas o en las intervenciones quirúrgicas. Por ello reclaman mayores inversiones para satisfacer las expectativas de mejor salud y prolongación de la vida.

Es necesario hacer notar que estas insatisfacciones no son exclusivas de nuestro país, sino que también se dan en países desarrollados, a pesar de que allí las inversiones en salud son considerablemente más elevadas. Tal es el caso, por ejemplo, de Suecia o Inglaterra, cuyas inversiones en salud superan los US$ 3.000 anuales "per cápita" (nuestro gasto anual es de US$ 331), sin que con ello se haya logrado eliminar las listas de espera, ni satisfacer las expectativas de las personas.

Es que habiéndose alcanzado ciertos niveles de salud (por ejemplo una expectativa de vida de 77 años), ya las mayores inversiones no se traducen en más años de vida. Se pueden incrementar las ofertas de los servicios, pero esto no se traduce en más salud. Contrariamente a lo que se piensa, los modernos avances médicos aun no han permitido postergar el envejecimiento, ni prevenir las patologías inherentes a él. Por otra parte, el mercado de la salud es muy sensible a la oferta y si éstas se incrementan, se incrementa aún más la demanda, de modo que tampoco con ello se llega a satisfacer las aspiraciones de los demandantes.

John Wennberg, director del Centro de Evaluación de Ciencias Clínicas de la Facultad de Medicina de Dartmouth en New Hampshire, al analizar los gastos de salud de diversos estados de Estados Unidos, considera que los mayores gastos en salud, sólo se traducen en mayor ineficiencia, pero no en mejor salud. Así por ejemplo, una persona de 65 años en Miami, donde el Medicarse gasta un promedio de US$ 8.414, no tiene una mayor expectativa de vida que otra de la misma edad en el estado de Minneapolis, donde el gasto promedio es de US$3.341 (New Scientist Agosto 17, 2002, Pág. 26). Según el autor, "la mayor inversión va a más consultas médicas, más escáner, más cirugías discrecionales, más equipamientos o más medicamentos de alto costo". La persona de 65 años que vive en Minneapolis, visita al médico con un promedio de dos veces por mes, mientras que la que vive en Miami, lo visita una o dos veces por semana. En Minneapolis el 10% de las muertes ocurre en Unidades de Cuidados Intensivos, mientras que en Miami las muertes en Unidades de Cuidados Intensivos superan el 27%. Pero no con ello se logra prolongar la vida.

Estas consideraciones parecen necesarias frente a las presiones de mayores inversiones en el área de salud. Si ellas se hacen, debieran ir acompañadas de iguales o mayores esfuerzos por mejorar la eficiencia del sistema y siempre con el convencimiento de que incluso con ello, no se van a alcanzar las expectativas de las personas frente a los servicios de salud.


0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada